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La historia se ocupo de poner en
primer plano a Encarnación y a Manuelita, pero también tienen su peso la madre
del restaurador, Agustina López Osornio y sus hermanas Mercedes y Agustina.
Son
conocidas las historias de Encarnación Ezcurra de Rosas y Manuelita, la esposa
y la hija del restaurador respectivamente.
Se habla menos de otros integrantes
de la familia como su madre, Agustina López Osornio.
Los relatos familiares la
muestran como la voz cantante del hogar. Tampoco tenía muchos miramientos con
las cuestiones legales, como lo muestra su testamento de 1837, en el que
reducía drásticamente la herencia legítima de sus hijos para favorecer a varios
de sus nietos, que habían quedado huérfanos. (Eran los hijos de Manuela Ortiz
de Rozas y el médico norteamericano Franklin Bond, de los que doña Agustina se había
encargado al morir su hija y su yerno). Cuando el escribano le observo que la
ley le prohibía hacerlo, se limito a contestarle “ya verás si se puede” y le
hizo agregar una clausula que decía: “se que lo que dispongo en los artículos tales
y cuales es contrario a lo que mandan las leyes, pero también se que he criado
hijos obedientes y subordinados que sabrán cumplir mi voluntad después de mis días:
Lo ordeno”. El nieto de doña Agustina acota: “y el testamento que era una
monstruosidad legal se cumplió”.
Fuente:
revista Viva.
Lucio V. Mansilla.
Rozas- ensayo histórico-psicológico.