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Ya sea desde el punto de vista fisiológico
como desde el psicológico soñar es inevitable.
No depende de nuestra voluntad.
Soñamos y casi nunca soñamos lo que nos proponemos sino aquello que con su dinámica
particular, los sueños proponen.
Cada elemento de un sueño es una parte de
nosotros allí representada y en la anécdota onírica vemos como se relacionan
esos aspectos entre si. También que conflictos habitan y como los estamos
abordando. Así los sueños nos pasan en limpio, actualizándonos. 
Quizás algo
parecido ocurra cuando soñamos despiertos, imaginándonos en lugares, tiempos y
situaciones que se pueden tomar a la ligera, considerándolos simples utopías. 
Hay sueños diurnos que acaso operen como vías de escape de una realidad
complicada que nos negamos a enfrentar. Pero también hay los que señalan una orientación
posible cuando el camino de la vida toca un punto de inflexión. 
Solo es capaz
de realizar los sueños el que, cuando llega la hora, sabe que esta despierto.
Ningún sueño se esfuma, todos son unas de las múltiples e infinitas formas de
la realidad.
Fuente:
Revista La Nación.
Sergio Sinay. Diálogos del alma.
Abril
2014. Leon Daudi.
