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Un chico que ama la vida aprende
a ser responsable de ella. No hará falta pronunciar discursos ni dar demasiadas
explicaciones. Bastara poner manos a la obra con tareas sencillas y cotidianas.
La vida esta en todos lados y hasta puede florecer en la cocina de casa.
Podemos preparar un germinador, para ir viendo como crece una planta. Y así
aprender como mantenerla húmeda, acercarla a la luz, protegerla del frio y del
calor. Bastara un vaso forrado con papel secante, lleno de algodón húmedo, y
unas cuantas lentejas (son ideales porque crecen rapidísimo).
El planeta es la
casa de todos y para crecer fuertes, sanos y felices, es necesario mantenerlo limpio.
El simple tirar el papel del caramelo en el cesto o guardarlo en el bolsillo
hasta llegar a casa, será toda una lección.
Cuando llevamos a pasear a la
mascota, respetemos los parques, las plazas o veredas, llevando una bolsita y
la palita para juntar la caca.
Reciclar y reutilizar las cosas es un concepto
importante que los chicos necesitan ir incorporando. Y se puede hacer por
ejemplo con una caja de zapatos un comedero para pájaros.
Hasta en una gran
ciudad la vida vibra: hay palomas, todas las primaveras llegan las golondrinas,
cada tanto aparece un arco iris o la luna llena. Mostrar lo bello de la vida y
demostrar que lo valoramos en todo su esplendor es un recurso no muy
frecuentado, pero importantísimo.
Difícilmente los niños aprendan a amar la
vida si los adultos no lo hacemos. De nada sirve hablar de ecología si tiramos
el envase de gaseosa en un rincón de la vereda o dejamos correr el agua de la
ducha mientras hablamos por teléfono. Una acción vale mas que 1000 palabras y
son las pequeñas acciones el camino mas firme para alcanzar los verdaderos
cambios.
Fuente: Revista Guia para padres. Jardin de Genios. Julio 2003.
Valores.