Los gérmenes y la defensa del cuerpo

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Para los gérmenes, entrar en el organismo y desarrollarse no es sencillo. 

Antes de desarrollarse la enfermedad, el organismo reacciona ante su presencia cuando levanta fiebre. Al subir la temperatura muchos gérmenes mueren.
La piel, por ejemplo, es la primera barrera contra las agresiones externas. Cualquier lastimadura (por pequeña que sea) permite la entrada de bacterias, virus, hongos y parásitos.
Si hubiera una lesión, se origina una hinchazón, que a su vez libera una sustancia llamada “bistamina”. La bistamina se encarga de ensanchar las venitas de la piel y facilita la salida de las defensas que existen en la sangre.
Otro de los mecanismos de protección son las células capaces de comer las sustancias extrañas. Se trata de los glóbulos blancos o leucocitos, que marchan por la sangre formando ejércitos de 7.000 unidades por milímetro cubico. Actúan cuando los gérmenes causantes de enfermedades empiezan a invadir el cuerpo.

La inmunidad es otro mecanismo de defensa. Ciertos individuos resisten más que otros a los gérmenes dañinos. Se observa cuando el organismo posee anticuerpos, estos reconocen a las bacterias o virus peligrosos y los destruyen. Pero cuando no se nace con inmunidad, es posible adquirirla. En este caso, el organismo crea anticuerpos solo después de que entraron los gérmenes.
Las vacunas son, quizás, el mejor invento para prevenir enfermedades. Logran que el organismo forme sus propias defensas antes de enfrentar la enfermedad.
Aunque parezca increíble, las vacunas a veces se elaboran con los mismos gérmenes que nos enferman. Al recibirlos, el organismo fabrica anticuerpos.


Fuente: Revista a-z diez