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Dejemos de lado el de taza,
creado para preparar bebidas caseras con un bajo componente de cacao. Olvidemos
también los baños de repostería con agregados y modificaciones, de calidad
inferior.
El verdadero chocolate merece una degustación a su altura.
Hay datos
que cambian la experiencia: conservar el chocolate en un ambiente fresco.
Nunca
meterlo en la heladera, ya que se separan las partes grasas del cacao, lo que
lo torna blanquecino y altera su textura y sabor.
Despertar los 5 sentidos con
un paladar limpio, sin otro sabor en la boca.
Primero, la vista: la superficie
debe ser lisa, brillante y sin burbujas.
Luego acercamos el chocolate al oído y
debemos escuchar un ruido seco al partirlo.
Después exploramos los aromas:
puede ser especiado, vegetal, floral, ahumado o frutal.
Por fin, colocamos un
pedacito de chocolate en la boca y sin mover la lengua esperamos unos segundos
para que la temperatura de nuestro cuerpo ayude a que se revelen los aromas.
Una vez que se derrite, prestar atención al equilibrio en los aromas del cacao.
Un mínimo de acidez trae al paladar las diferentes notas de sabor. Nunca
tenemos que sentir astringencia; la textura debe ser siempre aterciopelada.
Fuente: Revista Nueva. Septiembre 2014. Natalia Kiako.