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Es la energía o motivación
necesarias para un logro, más allá del resultado.
Entraría dentro de lo
saludablemente perfecto el hecho de que la búsqueda de la perfección sea tan
solo un motivo de optimismo y esperanza. 
Lamentablemente, suele rescatarse el aspecto emocional negativo del término.
Solemos
pensar en la perfección como lo ideal, lo óptimo, lo exclusivo. Instancia extrema
a la que, de no acceder puede remitir a síntomas por demás severos.
El
perfeccionismo (en su aspecto negativo) es pasaporte directo al pensamiento
excluyente y obsesivo del todo o nada.
El gran desafío es, por un lado la toma
de conciencia y regulación de nuestros registros de exigencia y por otro los
registros de excelencia (o condición de pertenencia). 
Siempre resulta necesario
revisar y redefinir nuestros objetivos y propósitos.
No olvidemos, cada tanto,
preguntarnos quien establece las normas o los supuestos índices de calidad o de
lo que supuestamente sería lo esperable, lo aprobado, lo perfecto. 
Fuente:
Revista La Nación. Junio 2014. Eduardo Chaktoura, psicólogo y periodista.