Calma. Añoranzas de la calma

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Hay días en los que estamos demasiado ocupados. Otros, sobrepasados. Y están esos días, en los que, directamente no podemos ni nombrarnos. 
Contemplamos nuestro universo desde una parálisis que parece congelada nuestra voluntad física y mental. Algunas de las parálisis son una rebeldía ante una idea industrial del uso del tiempo. El ser humano se ve como productor de bienes y servicios, en desmedro de algunas facetas esenciales como dejar fluir la mente y respetar los ritmos corporales y psicológicos que por ejemplo, convocan a la siesta o a parar. 
Existe en nosotros un anhelo tan grande de fluir con naturalidad y no ser esclavos de la eficiencia que cada tanto se nos empaca el alma y el cuerpo y bloqueamos el hacer continuo que deberíamos llevar adelante. Esos deberes nos hacen añorar un estado santiagueño del alma, mirando pasar el tren, viendo tele, olvidando obligaciones por un rato. Cuando pasa eso, pensar en algo grato que uno va a hacer luego de lo que debe cumplir, como imaginar una salida, algo rico que vamos a comer, un masaje. Otra idea es usar los enviones de entusiasmo para hacer lo que debemos sin parar demasiado, ya que al parar nos quedamos atascados. Esto tiene una doble cara, porque sirve para que seamos eficaces y no caigamos en parálisis, pero abre el riesgo del estres. 
Hay pequeños movimientos o resolver cosas pequeñas es algo tan aconsejado como efectivo. Si realmente creyéramos que mover una pieza es el comienzo para terminar con la que parece ser una titánica partida, la moveríamos antes. Funciona. Pequeñas decisiones, microscópicos logros, modestos movimientos, son la materia prima para resolver cada tema. 


Fuente: 
Revista La Nación. 
Martina Rua. 
Miguel Espeche. Programa Salud Hospital Pirovano. 
Mayo 2015. 
Mi Mejor Visión.