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La música estuvo siempre presente
en todas las épocas de la historia y todas las culturas, probablemente desde el
principio de la humanidad, persistió a través de los siglos y continua presente
en todas las situaciones importantes de la vida.
A diferencia del lenguaje
escrito, el vínculo que establece la música es exclusivamente con la parte
emocional del cerebro. Es por eso que en el lenguaje hablado siempre impacta más
como se dicen las cosas que el propio contenido del mensaje: una misma palabra
genera reacciones distintas según el tono con que sea expresada.
La música tiene
distintos efectos terapéuticos: disminuye la ansiedad, el dolor, mejora la evolución
de los enfermos y ejerce acciones protectoras sobre el desarrollo cerebral, razón
por la cual se la utiliza, por ejemplo, en recién nacidos prematuros internados
en terapia intensiva.
La música actúa sobre la parte antigua del cerebro (no el
racional), que se encarga de controlar las funciones corporales automáticas.
Por lo tanto, regula la frecuencia cardíaca, el pulso, la presión arterial, la
temperatura corporal, la conductancia de la piel y la tensión muscular.
Los
acordes estimulantes aumentan la función cardiovascular, mientras que los
relajantes la disminuyen.
En el sistema inmunológico,
incrementa el nivel de anticuerpos y de las células responsables de las
defensas del organismo.
La musicoterapia es muy útil en pacientes con
dificultad para comunicarse con palabras o movilizarse. Las actividades
sincronizadas, como la música, fomentan sentimientos de conexión social,
confianza interpersonal y vinculación.
Fuente:
Revista Viva.
Diciembre 2016.
Doctor Norberto Abdala, psiquiatra.
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