Quien no se acuerda de los libros
de recetas que siempre mostraban esos apetitosos platos terminados a los que
pocas veces el aficionado llegaba a igualar. Esa decoración o terminación del
arte culinario no es otra cosa que el “food styling”.
Se trata del estilismo
desde el siglo 19, aunque muchos crean que recién nació con las redes sociales.
Lo que si es cierto que a partir del mundo de internet este segmento de la gastronomía
experimento importantes cambios.
En un mundo cada vez mas visual, en el que las
redes hicieron que lo privado se transformara en público, el estilismo gastronómico
se volvió cada vez más profesional y exigente.
La clave pasa por mostrar el
producto y los elementos que entran en juego. Hubo varios cambios en el food
styling a lo largo de los años, entre ellos, la intervención humana, como las
manos o los planos abiertos, algo que en los 60 no se hacía porque las
producciones eran más conservadoras, rígidas y estáticas.
Los libros de recetas
y las agencias de publicidad fueron los primeros en acudir a los estilistas gastronómicos,
quienes con sus trucos lograban que el producto se viera apetitoso e
irresistible.
Las cosas que no le pueden faltar a un food styling son palitos
de brochette, escarbadientes, alambre fino, goma de pegar, laca, vaselina,
colorantes varios, pincelitos, aceite, jeringa y tijeritas. Los pinceles y
aceites servirán para dar brillo y volver más apetitoso los vegetales y las
carnes, mientras que el spray aportara frescura a las hojas verdes de un plato.
Telas, pinceles, cartulinas, enseres de cocina, maderas viejas y chapas son
todos elementos que pueden embellecer una producción.
Hay una transformación,
un intercambio de roles que genera un gran impacto en cuestión de imágenes y se
da cuando un consumidor de imágenes se transforma en un hacedor y publica en
las redes la foto de lo que está comiendo.
Fuente:
Suplemento En la Cocina,
diario El Plata.
Octubre 2017.