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Los expertos advierten que el festejo no necesita lujos ni grandes comilonas. Basta con un espacio en el que el chico pueda sentirse el protagonista de la reunión y que los honores vayan dirigidos a él.
Una buena idea es que los padres comprometan a su hijo en la organización, permitiéndole elegir souvenirs, la decoración de la torta y toda otra actividad relacionada, en la medida de lo posible. Esta actitud le dará las herramientas para anticipar lo que va a venir y que no le resulte algo desconocido. Por supuesto que además, es un momento perfecto para reconocerse en sus elecciones. Es a través del reconocimiento de los demás y luego de él mismo y de dichas elecciones que su identidad se va formando.
Además, la fiesta será más alegre y relajada si los papás se esfuerzan por lograr que los preparativos sean parte de ella y no un cúmulo de tareas agotadoras, capaces de terminar con la paciencia de cualquiera. En síntesis, con luces brillando desde el cielo del salón, o con un pequeño bizcochuelo con velitas en la cocina de casa, la celebración del cumpleaños es un rito de pasaje simbólico de una etapa a otra nueva por venir. Deja una marca en el camino del crecimiento que debe ser vivida con alegría por toda la familia.
Fuente:Revista Jardín/padres