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La gratitud es una de las emociones positivas más poderosas: puede hacernos pasar del paradigma del miedo al paradigma del amor en cuestión de segundos. Es la mejor manera de estar atentos a las cosas buenas que pueden pasar desapercibidas para nosotros. Es no dar a nada ni a nadie por sentado, es reconocer a todas las personas que hacen algo por vos, es reconocerte a vos mismo.
Las emociones son contagiosas. Cuanto más intensas son, más rápido se contagian. Y cuanto más unido es el grupo de personas, más rápido se da el contagio emocional también. La emoción más contagiosa de todas es la alegría y su expresión más estridente: la risa. Por eso es fundamental aprender a convertir al “crítico interior” en una voz motivadora, que nos llene de entusiasmo y energía para cumplir nuestras metas.
A todos nos han enseñado a leer y a escribir, a veces más de un idioma. Pero no nos han enseñado el poder de las palabras. Hay palabras que abren el diálogo y hay palabras que lo cierran. A través de nuestras palabras, creamos nuestra realidad. Usamos las palabras todos los días, de manera oral y escrita. Sin embargo, muchas veces hablamos sin ser muy conscientes del efecto que tienen nuestras palabras en nosotros y en los demás:
Procura que tus palabras estén alineadas con tus pensamientos y tus intenciones.
Recordá que la opinión de los demás es eso: opinión
Habla sin vueltas. No dar por sentado que los demás entendieron lo que dijimos
Entregar lo mejor de uno mismo con alegría y flexibilidad
Reconocer a los demás (el reconocimiento tiene un altísimo impacto e n las personas).
La gratitud es la memoria del corazón.
Fuente: Revista Psicología + positiva. Verónica de Andrés. Opinión.