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El perdón es un tema complejo y polémico del
cual siempre se ocuparon la religión, la ética y la filosofía y en los últimos años
también la psicología y la medicina.
Las personas sanas son aquellas que
disfrutan, ríen con frecuencia, se olvidan de las cosas desagradables y pueden
perdonar las ofensas.
Quien perdona tiene menores niveles de hostilidad, lo
cual influye de manera positiva en su salud física y mental y en su calidad de
vida.
En las personas con rabia y resentimiento se activa una parte del cerebro
–la ínsula y el putamen- que lo puede llevar a cometer actos violentos o ilógicos. Son las mismas
regiones cerebrales que se activan cuando se está enamorado y quizás eso
explica que tanto el amor como el odio a menudo generan conductas irracionales
y sorprendentes.
Perdonar no es un sentimiento sino una decisión interna para
beneficio propio y no un favor para quien causo el daño emocional. Es una
saludable actitud para uno mismo, ya que la persistencia de rencor coloca al
organismo de manera automática en una situación de lucha constante contra el
agresor.
También es saludable perdonarse a si mismo: los autorreproches son un
flagelo que genera también consecuencias negativas y constituyen la base de la depresión,
la angustia, las obsesiones, la inseguridad, la baja autoestima y la carencia
de confort anímico.
Liberarse del resentimiento estimula el sistema parasimpático
y ademas aumenta la oxitocina, hormona que se relaciona con sentimientos de
amor y bienestar.
Fuente:
Revista Viva. Agosto 2015.
Dr Norberto Abdala,
psiquiatra, docente universitario.