Café. Cappuccino. Falso cappuccino

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Unos años atrás era muy común encontrar complejas recetas de café en bebidas y tragos de clásicos reductos. Las cartas proponían un apartado de cafés especiales, donde podíamos encontrar un café frio con helado y licor o café vienes; el potente café irlandés (con whisky irlandés, azúcar y crema) o una especie de café con leche con crema, chocolate y canela al que llamaban cappuccino. Sin embargo, hoy es el café de calidad el que representa a los cafés especiales: un grano cuidado desde la planta hasta la taza y en donde la figura del barista se impone como protagonista del conocimiento y su preparación.


No llama la atención que en bares tradicionales les sigan ofreciendo un café con crema, canela, chocolate al que llaman cappuccino, pero, sí es esperable, y casi obligatorio, que los establecimientos que se suman a esta movida del café de especialidad sepan que el cappuccino no se sirve ni con crema, ni con chocolate, no con canela. El verdadero cappuccino es el mismo con el que se ganan o pierden los concursos internacionales, que se elabora con un shot de café expreso (30ml), 1/3 de leche caliente y 1/3 de crema de leche espumada que se realiza en el mismo momento con el vaporizador de la máquina. Se sirve en una taza de 180ml, como la de café con leche  y la crema blanca de la leche forma una textura brillante y sedosa que ya tiene un sabor dulce sin ponerle azúcar. En la superficie debe integrarse con el expresso. Y la clásica figura que aparece es la cabeza de monje – de ahí su nombre- un círculo blanco en el centro de la taza.


Fuente: Revista La nación. Sabrina Cuculiansky.