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Todas las funciones psicobiológicas del organismo están interrelacionadas en perfecta armonía, y, por ese motivo, cuando alguna de ellas de desacomoda inevitablemente involucra a otras. Un ejemplo es la relación entre obesidad-depresión.
Ambos trastornos frecuentemente coexisten en una misma persona.
Los estudios epidemiológicos indican que la obesidad produce depresión y la depresión obesidad. Los remedios antidepresivos alteran el metabolismo e inducen al aumento de peso.
El estrés prolongado suele ser un disparador común de ambas patologías.
El alto costo económico que tiene para el paciente, la familia y los servicios de salud incide en que se profundicen todos los conceptos anteriores.
Cuando aumenta la grasa corporal, se produce más leptina. Se produce una falla que se llama “resistencia a la leptina”. Los receptores de esta hormona no tienen sensibilidad para reconocerla, y por lo tanto, es como si no existiera. Esto significa que hay mucha cantidad pero su función está muy disminuida, y es una razón, de porqué las personas obesas comen de más y no tienen sensación de saciedad. Y lo mismo ocurre con el estado de ánimo, ya que tampoco se ejercen sus acciones antidepresivas y tranquilizantes que, incluso, pueden inducir manifestaciones opuestas, es decir, angustia y depresión.
Otras hormonas –los glucocorticoides- elevadas en la depresión también producen aumento de peso. Se suman a esto frecuentes trastornos del sueño nocturno que producen el aumento de otra hormona llamada grelina, que estimula el apetito.
Por estas razones exigirle a deprimidos y obesos que pongan voluntad no resulta suficiente para que se recuperen. Deben ser tratados de manera integral.
Fuente: Revista Viva. Julio 2015. Dr Norberto Abdala. Psiquiatra