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El estrés, la inestabilidad económica del hogar, el no saber qué carrera seguir, estudiar acosado por la incertidumbre de que una vez recibido en que país podrá ejercer su profesión, son males propios de esta generación. Por todo esto, se hace necesario inculcar a nuestros hijos, desde chiquitos la práctica de los deportes, ya que en un futuro no muy lejano serán válvulas de escape de los problemas que les toca vivir. A tal efecto se sugiere que entre los 6 y 10 años, el niño debe practicar un deporte sencillo, simple, sin finalidad competitiva, fuera de toda norma o reglamento profesional.
En esta etapa de la vida es necesario que las actividades físicas sean aquellas que no exijan resistencia excesiva ni esfuerzos notables, debe ser un juego en el que corra, salte, grite o simplemente observe.
La gimnasia, natación, carreras simples, pelota al cesto, voley, son ideales, en especial la natación, elemento deportivo fundamental que capacita a todo niño con mayor confianza en el futuro. Estos deportes recreativos tienen como finalidad permitir que el pequeño se desarrolle normalmente, aumente el apetito y adquiera un hábito deportivo practicable en la juventud. Luego a los 13 o 14 años, se procede a la orientación deportiva, acorde a la capacidad; es en esta ocasión donde surgen los notables. El joven llegará a ser profesional o un gran atleta o quizás ambas cosas a la vez, puesto que una no quita a la otra.
El deporte educa sin anular la intelectualidad, distrae, libera
ansiedades y es el remedio más barato.
La idea es crear una sociedad futura de hombres sanos, fuertes y nada mejor que los deportes como elemento para lograrlo.
Fuente: Suplemento Ciencia, El Día Domingo. Dr Norberto Furman, doctor
en kinesiología y fisiatría. Junio 2015.