El vino rosado

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Un vino rosado se elabora con uvas tintas, de acuerdo con una técnica muy precisa que consiste en dejar el mosto muy poco tiempo en contacto con los hollejos y las semillas, responsables del color. Apenas el mosto adquiere el color deseado, que puede ser mas o menos intenso, ambos se retiran y el romance termina. Como en el caso de esos rosados que tienen bien ganado el poético apodo de vinos de una sola noche.

Estos mas o menos rosados suelen compartir, atemperándolas, las ventajas de tintos y blancos. Son livianos intensamente perfumados, pero tienen algo mas de cuerpo que los blancos. 
Van muy bien con pescados, con cerdo o cordero o platos de la cocina china.
Pasa a menudo que los blush o rosados locales exhiban cierto lejano dulzor natural. En ese caso se impone beberlos bien fríos, a unos 6 u 8 grados. 
A la hora de una comida, combinan muy bien con helados o postres cítricos, ya que la acidez equilibra su dulzura. También funcionan muy bien como aperitivo, y alcanzan brillo espectacular cuando protagonizan ese típico brebaje del verano nacional llamado clericó. Frambuesas, frutillas y ciruelas son las frutas que armonizan (por color y sabor) con estos vinos impresionistas.
La consigna es beberlos jóvenes, cosecha del año. Casi todos tienen un amargo de petillant, categoría francesa que describe un cosquilleo dejado en el paladar por su briosa juventud. Un rasgo mas de su alma incorregiblemente festiva. Los rosados mas famosos del mundo son franceses. Entre los mejores, sin duda, están los de Provenza, que también van con el sol mediterraneo, las especias y las sopas de pescado.

Fuente: Revista Jumbo