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Hay comportamientos que hemos adquirido
e incorporado. Muchos por elección consciente, otros, casi sin darnos cuenta.
Si hacemos foco en nuestro cotidiano, podremos reconocer aquello que aprendimos
y que repetimos en forma sistemática. Suelen, los demás, darnos pistas cuando
señalan: “Cada vez que…”, “tenes el hábito o la costumbre de…” Habrán
escuchado, mas allá de las quejas puntuales, algunas observaciones que ayudaran
a profundizar aun más en este asunto: - Maldita costumbre de enojarte cada vez
que alguien te señala un error, le dice la madre al hijo y el contesta –
Maldita costumbre de señalarme todo el tiempo aquello que no es como a vos te gustaría.
Identificar las reacciones habituales, descubrir esas formas particulares que
tenemos de sentir, decir, proceder, tomar conciencia de nuestros aprendizajes,
valores y virtudes parece ofertarse como un juego interesante. Es en
definitiva, una invitación a la práctica emocional responsable. Así como nos
apegamos a un hábito podemos desaprenderlo.
Así como heredamos, tenemos la
capacidad de personalizar nuestras decisiones. Tal vez no haya que erradicar un
hábito, sino modificarlo, adaptarlo, sustituirlo. Incorporar una nueva forma
que sea más saludable de observar, actuar, responder, vincularnos.
Fuente:
Revista La Nación.
Eduardo Chaktoura. Psicólogo y periodista