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No descartar las grandes oportunidades que todavía están al alcance de la mano. 
Cambiar la frase “ya paso” por otras como “todavía estoy a tiempo”. Tomar conciencia de que cada día es único y que podemos hacer algo para disfrutarlo.
Las posturas optimistas son la mejor terapia contra el bajón anímico que puede producir el retiro.
Armar una lista con los proyectos que suelen estar dando vueltas por la cabeza y que pueden concretarse.
Elegir una actividad física o artística, ya sea manualidades, dibujo, escultura o música.
Reencontrarse con viejos amigos. Los grupos se transforman en gran ayuda en esta y en cualquier etapa de la vida.
Prepararse para vivir con menos dinero.
Muchas veces no empeora la calidad de vida, porque al no trabajar también se suprimen otros gastos: viáticos, comer fuera de casa, incluso la compra de ropa. 
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Revista Rumbos.