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José Marmol, en su Amalia,
extasiado describe a Agustina, la hermana de Juan Manuel, de esta manera:”la
importancia de esa joven, en 1840, no se la daba su hermano, ni su marido, ni
nadie en la tierra, se la había dado Dios.
En 1840 tenia apenas 25 años. La
naturaleza, pródiga, entusiasmada de su propia obra, había derramado sobre ella
una lluvia de sus más ricas gracias y su influjo había abierto sus hojas la
flor de una juventud que irradiaba con todo el esplendor de la belleza. De una
belleza de estatuario, de pintor, y a quien ni el uno ni el otro podrían imitar
exactamente. El cincel quebraría los detalles del mármol antes de dar a la
estatua los contornos del seno y de los hombros de esa mujer y el pincel no encontraría
como combinar en las tintas el color indefinible de sus ojos, brillantes, ni
donde hallar tampoco el carmín de sus labios, el esmalte de sus dientes, y el
color de leche y rosa de su cutis. Rebosando en ella la vida, la salud, la
belleza, esa flor del plata ostentaba la lozanía de su primera aurora, y debía ser,
y lo era en efecto, el encantamiento de los hombres y aún de las mismas mujeres,
que, no podían señalar otro defecto en Agustina, sino que sus brazos eran algo
mas gruesos de lo que debían ser…”
Fuente:
revista Viva.
Lucio V. Mansilla.
Rozas- ensayo histórico-psicológico.