Si bien sabemos que son
necesarios, que nos permiten evolucionar y crecer, los cambios nos cuestan,
porque nos obligan a corrernos de lo que conocemos, para tener que
enfrentarnos, a lo desconocido, a lo nuevo.
Eso de quedarnos parados en la
misma baldosa, días tras días, inmóviles, no nos permite disfrutar de un mundo
nuevo que esta a nuestro alcance. Tanto que, cuando por fin nos animamos y
saltamos a la siguiente baldosa, nos preguntamos por que no lo hicimos antes y
nos damos cuenta de todo lo que perdimos.
La buena noticia es que siempre
estamos a tiempo de cambiar, de crecer, de evolucionar.
Podríamos decir que si
nos predisponemos, el proceso se desarrolla de un modo natural, como sucede con
la mariposa, que comienza siendo un gusano lento y con poco desplazamiento para
luego liberarse y regalarnos su vuelo liviano, lleno de color y belleza.
Después de todo, ¿Qué nos puede pasar si las cosas no salen del todo bien?
Aceptar que nos podemos equivocar es parte del proceso, es la llave para
tranquilizarnos, quitarnos la mochila de la perfección y permitirnos, como dice
la canción de Jorge Drexler, remar y remar, hasta llegar a ver la luz de lo
nuevo, al otro lado del río.
Rev. Psicología + positiva.
Carina Etchegaray.
Editora.