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La gente que ama el idioma es la que sufre cuando ve una esdrújula sin acento, un adjetivo abusado o el maltrato del subjuntivo. Por encima de las frases que comienzan con un inexplicable verbo en infinitivo, los vulgarismos y las redundancias, el esfuerzo mayor para nosotros, el verdadero desafío, es contemplar sin prejuicios la aparición del nuevo lenguaje generado por la revolución de la tecnología.
Este nuevo lenguaje incluye una dramática reducción de las palabras a su mínima expresión como hace la escritura del hebreo cuando suprime todo y se queda con las consonantes. Prosperan las siglas. Quedan navegando en el aire letras sueltas. Las preposiciones desaparecen. Un ja, equivale a una sonrisa. Hay una gama de expresiones faciales generadas con puntos, comas, guiones. Los signos de admiración y de pregunta modulan la intensidad y el humor de lo que se está diciendo.
Esta revolución no solo genera un idioma: cambia radicalmente el sistema de comunicación entre las personas.
Antes la gente hablaba ahora se escribe.
El nuevo idioma crece con vertiginosa libertad. Pero tiene una gran ventaja no es obligatorio y el que quiera puede escribir con q y usar oraciones con sujeto, verbo y predicado. Esto se llama coexistencia pacífica y requiere alguna templanza de carácter.
Fuente: Revista La Nación
Fuente: Revista La Nación