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La meditación es la destrucción
de la seguridad y en la meditación hay gran belleza, no la belleza de las cosas
creadas por el hombre o por la naturaleza, sino la belleza del silencio. Este
silencio es el vacío en el cual todas las cosas fluyen y existen, no hay forma
de conocerlos, ni el intelecto ni el sentimiento pueden alcanzarlo, no hay
sendero alguno para llegar a él y cualquier método es la invención de un
cerebro codicioso.
Todos los caminos y todos los recursos del yo calculador
deben destruirse por completo. Todo avanzar o retroceder, en el movimiento del
tiempo, debe terminar sin que haya ni un ayer ni un mañana.
La meditación es la
atención en la cual no hay un registrar. Normalmente, el cerebro suele
registrarlo casi todo, el ruido, las palabras que empleamos, lo registra igual
que una grabadora. Ahora, bien, ¿es posible que el cerebro no registre nada más
que lo absolutamente necesario? No tiene sentido hacerlo. Es decir registrar
solamente aquello que es necesario para manejarse en la vida diaria, por
ejemplo datos de nuestro trabajo, pero en psicológico no registrar
absolutamente nada. En la meditación no hay registro psicológico. De ahí surge
un silencio total, porque el pensamiento ha llegado a su fin, excepto para
funcionar cuando es absolutamente imprescindible.
En la quietud de la meditación
hay un movimiento que no puede medirse, que no puede compararse, un movimiento
que no tiene existencia, ese movimiento es la esencia de la bienaventuranza.
Fuente:
Revista Ser. Cuerpo, mente, espiritu- Sri Nisargadatta.
Noviembre 2014.
Jiddu Krishnamurti.